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05 diciembre 2012

El secreto del cuervo








Por Flor de Maria Almaraz




Las noches en ese entonces eran muy calladas. La casa silenciosa albergaba a una familia compuesta por el padre y los hijos dormidos en tres camas. 

Los tres mayores acostados en una cama. En otra las dos hermanas mayores. En la cama matrimonial el padre solitario y en un catrecillo viejo el más pequeño de los hijos.

Todos con el sueño cansado que da el hambre postergada. 

El sueño era interrumpido a veces por el ruido del motor de algún coche perdido en la oscuridad.

La madre había acudido a dar a luz a su siguiente hijo dejando a cargo de la casa a la hermana mayor que hacía de madre con los chiquillos que la dejaban exhausta a su pequeña edad.

Como cada noche, el hombre acostado en un extremo del cuarto, luchaba contra los demonios que el alcohol sacaba perversamente de su interior. No quería hacerlo pero algo más fuerte que él le susurraba al oído que lo hiciera, que no era malo. 
El sudor corría por su frente espantando al sueño que era el único que lo salvaba de la lucha contra él mismo.

Mientras tanto, las dos niñas, cada una sin moverse y con los ojos muy abiertos rogaban porque la noche terminara. Pedían a todos los cielos -cada una por su lado- que su madre regresara pronto antes de que las fuerzas las abandonaran.

La mayor dejaba escurrir las lágrimas hasta la almohada quien pesarosa las absorbía en su alma de tela.

La otra niña cruzaba los dedos pidiendo no ser llamada por ese hombre que dormía al otro lado del cuarto. Cuando esto sucedía, odiaba que fuera su padre el que la enfrentaba tan duramente a la vida.

Así pasaban las horas, cada uno sin poder dormir, con sus respiraciones rompiendo el silencio de la noche.

Cuando todo parecía sería una noche más, la voz del hombre en la oreja de la niña le pedía dejarse tocar la panza.
Ella sobresaltada se resistía sin fuerzas que se le habían acabado hace mucho y se dejaba tocar.

-No le digas a tu mamá- decía- se puede morir, acuérdate que está muy enferma- y las niñas callaban mordiéndose la lengua para no gritar su desdicha.

Así cada noche, sin que nadie se diera cuenta, el hombre convertido en cuervo a los ojos de la niña, la llamaba con su graznido incesante para hacerle caricias que en su mente infantil a ella la molestaban y le hacían que fuera desarrollando un odio contra ese hombre que no podía ser su padre.

Los hermanos mayores intuían que pasaba algo con las niñas pero el padre se encargaba de tranquilizarlos diciéndoles que no pasaba nada, mientras en los ojos de la pequeña no había más lagrimas sino un fulgor extraño que da el odio contenido.

Pasó entonces la vida.

Los niños de hicieron hombres porque las niñas fueron mujeres a fuerza de caricias obscenas.

Cada uno hizo su vida aparentemente sin ningún problema.

Pero nadie sabía que las hermanas cada una guardaba un secreto que pedía no ser rebelado para que el padre subido en un pedestal no se derrumbara.

El cuervo había logrado que su secreto fuera guardado hasta el fin de los tiempos.




Imagen proporcionada por el autor del texto



29 noviembre 2012

VII.

 
 
Por  Aparicio.
 
 
 
 
 




Si Dios fuera caballo

le soltaría  la  rienda

y dejaría que me llevara.

 

Si Dios fuera  caballo

me gustaría   ser su sangre.

 

No me acercaría a sus patas traseras

por aquello de las patadas.

Aunque de Él serían golpes de fe.

 

Si Dios fuera  caballo

sería blanco como el silencio

O como el  aire de Comala.

 

Hoy en  la noche

voy a cabalgar  en Dios.
 
 
 
 
Poema  incluido en;
Cartografía de  la  literatura Oaxaqueña II
Editorial Almadía
2012.
 
Imagen;
Maritza Andrade.
Técnica
Pastel sobre papel.
 
 

26 noviembre 2012

Cita


por Ivanius


Todo parece ridículo, pero debe ser la costumbre. Por eso su sonrisa no me sorprende tanto.

Aquí estamos de nuevo, aunque no como antes. Por lo menos yo.

Ella, en cambio, no parece haber cambiado (ni aprendido).

La desnudez de ambos sigue siendo cómoda... e interesante.

Por momentos es fría; luego, los rituales hacen su papel y las cosas cambian poco a poco.

Como no hay distracciones, y cada uno sabe lo que hace, el resultado también es el de siempre.

Al final, la musa y la hoja en blanco han desaparecido. Otra vez.

"Cita". Relato de Ivanius. Texto: © Chanchopensante.com Imagen: Wikimedia Commons

15 noviembre 2012

Verás el mar







Por Lumpempo


VERÁS EL MAR


Verás el mar
en olas amotinadas
sobre la marcha del crepúsculo

las gaviotas dejarán su vuelo
para emboscar peces en su caída de dardo
y un motín de delfines harán suyo el azul
en su territorio de coral.

Verás el mar teñido de cielo
dibujando el límite del mundo.

Ancho mar húmedo de sol
para navegar tu asombro
y refrescar el vuelo de tu voz.

Mar que se lleva de la arena
el peso de tu cuerpo para hacer camino
en el vaivén de su resaca.

Mar abierto a la brisa de tu piel
de abrazo oceánico para el roce de tus labios
mar de amar
para subir a tu hondonada de diluvio
y que las ballenas canten
cuando te hundas
en su agua de deseo.


(c) Lumpenpoeta.

Otra vez en E y L, a dejar las palabras en su recorrido de versos. Gracias por el espacio que es como abrazo y compañía. Al equipo y a Mau, gracias. Seguimos.

11 noviembre 2012

Literatura barata...



Nunca me ha gustado la expresión "literatura barata" porque creo que no corresponde con nada, excepto quizás con esta foto.


Por Amalia




01 noviembre 2012

Calavera 2012




Ilustración de Chicho - Deviantart




Por Silvia Luna




ES BIEN GRATO CONVIVIR
EN ESTE BLOG ESPECIAL
Y ES UN HONOR ESCRIBIR
ESTA CALAVERA ANUAL

LA PARCA VA SIN APUROS
JUNTO A DOS ENTERRADORES,
VA POR LOS LITERATUROS
Y  DE PASO… ESCRIBIDORES.

LA CATRINA NO SE FIA
DE LOS QUE HABLAN Y CRITICAN
PREFIERE FOTOGRAFIAS
DE LAS QUE AQUÍ SE PUBLICAN

LA MUERTE ANSIOSA RONDABA
A MAURICIO SIN TEMOR
Y ES QUE SU VOZ LE ENCANTABA!
NO SABIA QUE ES LOCUTOR
Y MUCHO MAS SE ASOMBRABA!
CUANDO SUPO ERA ESCRITOR




LAS CALAVERAS RESULTAN
CARICATURAS DE MUERTOS
PERO AVECES NOS ASUSTAN
CON TEMAS QUE SON BIEN CIERTOS!!

COMO EJEMPLO PRINCIPAL
ATERRADORAS SESIONES
“LA REFORMA LABORAL”
TENDRA LLENOS LOS PANTEONES


EN UN CARRETON LLEGABA
LA LLORONA Y UN MUERTITO
DISQUE AL “LAZCA” SE ROBABAN
QUIEN LES CREYO ESE CUENTITO??

LA PELONA HA APARECIDO
NO DA PASO A LA RAZON
DOS TEMAS MANDA AL OLVIDO
“CULTURA Y EDUCACION”

YO POR LO PRONTO ME APURO
A ARMAR UN GRAN FUNERAL
JUNTO A LOS LITERATUROS
“REVOLUCION CULTURAL”


YA SABEN SIEMPRE ES NOTICIA
MAS BONITA QUE NINGUNA
AQUÍ LLEGA LA MORTICIA
POR SUPUESTO SILVIA LUNA









Imagen 'Día de Muertos' wallpaper por Chicho
Imagen de Morticia tomada de la web



25 octubre 2012

Postday



 

 
por Aparicio

 

No pude cogerme a esa puta

porque miraba a los hombres que más odio.

No pude hacerle el amor a esa puta

porque miraba a mi padre

a Dios haciéndole el misionero

a Hitler masturbándose

y a Virginia desnuda

alejándose.
 
Serigrafía sobre bolsa de plástico


Spencer Farías.


 

22 octubre 2012

Abandono


por Ivanius

Presa del interminable miedo de último minuto, tocó a la puerta. No podía volver atrás ahora.

Luego, el hombre elegido la guió a una habitación al fondo del pasillo. “Allá será la magia”, se dijo.

A la luz de las velas, tragó saliva pensando —como tantas antes que ella— en su marido.

Finalmente, se entregó con deleite a la habilidad de aquel experto silencioso y caro.

Media hora más tarde, estaba radiante de alegría con su nuevo peinado.

"Abandono". Relato de Ivanius. Texto: © chanchopensante.com Imagen: Hair-dress of a Georgian Lady, por W.E. Curtis (1850-1911), tomado de Wikimedia Commons. 

08 octubre 2012

Carta a un amor desigual








Por MauVenom


Esta conversación la hemos tenido antes.O, la he tenido porque tú contestas a veces y otras me sumerges en el abrumador silencio que remata mi soledad. Pero la historia siempre igual, la primera vez que me tuviste, sin defensa, me echaste para no verme en años y ya acostumbrado a no tenerte, cuando no te conocía y en mi recuerdo nada había de ti, encontraste la forma de hacerme volver. En el último minuto antes de un 'para siempre'.

Hoy que de nuevo nos hemos vuelto distantes y aburridos, no he dejado de pensar en ti como sé nunca lo haré. Volveré, como antes fue y de más valor es aceptarlo hoy que esperar hasta ese día y llenar de nuevo mi alma de confusión. Porque aunque no te entiendo y taimadamente me has hecho a un lado, siempre en esta relación resulto absurdamente agradecido, sumiso. Por otro lado cansado y harto.


Lo que pasa, creo, es que no he olvidado que cuando joven me entregaste las llaves de todas mis puertas y abrí cada una hasta conocer lo que quise ser y lo que no, me dejaste verme en un espejo inquebrantable que aún atestigua que me hago grande y sobreviven ambos; mi ilusión y mi rencor. No puedo voltear la cara al hecho de que me hiciste hombre y un hombre que mil veces me ha gustado ser, el mismo que hoy, templado, se ha vuelto demasiado duro de moldear. Lo reconozco, me enseñaste a conseguir el placer y a suspirar por la belleza, el asombro.

Ya te he dado las gracias. Hoy no.

Porque no olvides que me has quitado el ensueño y te llevaste el amor dejándome en el pecho sólo un ansia de confort, de tener seguro lo que tú me hiciste sentir pero que a cada final te negaste a dar. He alzado una pared que parece no voy a poder tirar y con cinismo decidiste permutar mi devoción por esta madurez que hoy nos estorba a los dos para cumplir nuestros deseos.

¿Ganas algo con esto?.

Porque en algo sí perdiste. Muchos como yo te leen, escriben y te recorren  justificando los defectos. Pero hoy ya me aburrí… aunque no te importará.

Pensando en la razón por la cual mis tribulaciones no se van y dejando de lado mi razón.
Cuando esté cansado y mi mente no ocupe este lugar. ¿Estarás ahí?.

Relación sí hemos tenido, pero sin justicia ni equidad. Yo tonto llegué a pensar que eras mía, no fue cierto nunca. Y lo he enfrentado para tomar otro camino tantas veces como éste se me trunca y un nuevo aviso ofrece algo por lo que pareciera vale la pena regresar. Y me creo y te vivo. Y terminamos otra vez.

Me has llenado la boca de placer y el corazón de desconcierto. Te has llevado mis lágrimas como en esas historias que me cuentas y en las que soy el héroe invencible del último capítulo. Me he sentido amar. 
Me enseñaste a besar... quizá por eso.

Me diste el regalo de descubrirme sucio y obsceno. Me ofreciste la contradicción de una certeza religiosa que perdí y no volveré a encontrar. Me regalaste la imagen y me quitaste el ánimo de seguir al descubrir tu obscuridad.

No me hables de amor, tú no sabes amar... Pero descubro que nada has dicho y mi impaciencia por tener todo de ti me hizo escuchar palabras donde no.

Entonces, por qué cuando ya lejos, encuentras como continuar.

No eres tú lo primero que sentí, que probé. Eres, sí, quien me tomó y me hizo a su manera. Una forma que desconozco y sin embargo resulté ser. El monto de tu rara belleza y tu vulgaridad violenta. Traducción de la palabra Destino en una condena inentendible. Una pregunta constante que de entrada me niega la satisfacción de revelar.

Me he sentado en un café con un libro que no he de abrir para verte pasar. Aprendo cosas y te distingo. Cada cara, toda una crónica, las sonrisas, llueves... ¿Y yo?. Con un extraño placer por compartirte que es la parte más excitante de tenerte. Cosa rara, algo entre los dos que no está mal.

Me convulsionas hasta el crimen y de la nada vienes, me rescatas y reinventas una vida al ofrecer encanto que al final se irá, inevitablemente, y me dejará sin respirar.

Tu ilusionismo me abruma. Me aturde. Me desequilibra hasta perder. Y avanzaré.

De todo el mundo y las cien ciudades que he aprendido a caminar, ni siquiera fuiste tú la del principio o la de en medio. No sé la del final. Pero resignado a tu atrocidad, aún sorprendido por tu oferta y reinvención, ciudad, ¿hay quien te pueda volver a conquistar?. Yo no pude. Estaré pendiente para verlo.

Así va la cosa, lo sé.
Dicen que uno de los dos siempre ama más. Esta vez me tocó a mí.




Nací en la Ciudad de México
e inmediatamente me alejaron
después regresé
desde entonces este vínculo
de pasión y negligencia
de respeto y olvido

de ida y vuelta




Imagen tomada de la Web
Angel de la Independencia




06 septiembre 2012

De confusiones y un Vencedor Rapaz









Algunas veces buscamos letras, otras, nos topamos con ellas como una insistencia de nuestro destino tratando de evitar que desperdiciemos tiempo. Es así como a pesar de la voluntad de nuestro sistema educativo para odiemos la obra de esta mujer, el camino me orilló siempre a regresar a ella y en diversos momentos ha sido más que mi musa (décima, primera, da igual), mi portavoz. Últimamente, como mantra, no he podido apartar el ‘En dos partes dividida tengo el alma en confusión: una, esclava a la pasión, y otra, a la razón medida’. Hasta podría añadir un tercer desconcierto que sería ‘la necesidad psíquica de trascenderlo todo’ pero es demasiado pedir.

Quiero compartir este poema que me acompaña en caminos bifurcados.




Sor Juana Inés de la Cruz




Dime vencedor Rapaz,
vencido de mi constancia,
¿Qué ha sacado tu arrogancia
de alterar mi firme paz?
Que aunque de vencer capaz
es la punta de tu arpón,
¿qué importa el tiro violento,
si a pesar del vencimiento
queda viva la razón?

Tienes grande señorío;
pero tu jurisdicción
domina la inclinación,
mas no pasa el albedrío.
Y así librarme confío
de tu loco atrevimiento,
pues aunque rendida siento
y presa la libertad,
se rinde la voluntad
pero no el consentimiento.

En dos partes dividida
tengo el alma en confusión:
una, esclava a la pasión,
y otra, a la razón medida.
Guerra civil, encendida,
aflige el pecho importuna:
quiere vencer cada una,
y entre fortunas tan varias,
morirán ambas contrarias
pero vencerá ninguna.

Cuando fuera, Amor, te vía,
no merecí de ti palma;
y hoy, que estás dentro del alma,
es resistir valentía.
Córrase, pues, tu porfía,
de los triunfos que te gano:
pues cuando ocupas, tirano,
el alma, sin resistillo,
tienes vencido el Castillo
e invencible el Castellano.

Invicta razón alienta
armas contra tu vil saña,
y el pecho es corta campaña
a batalla tan sangrienta.
Y así, Amor, en vano intenta
tu esfuerzo loco ofenderme:
pues podré decir, al verme
expirar sin entregarme,
que conseguiste matarme
mas no pudiste vencerme.




Imagen sustraída de este sitio que bien vale la pena visitar




03 septiembre 2012

Príncipes del cielo






Estuve en un comedero de Buitres Leonados, pensaba sacar tomas impactantes de estos carroñeros en plena faena, pero al verlos venir se transformaron en Príncipes del cielo.

30 agosto 2012

No me sueñes esta noche




Urban Alley by Debra Hurd


Alejandro Castro


Veía un punto, un pequeño punto al final de un túnel tantas veces transitado. Susurros de voces que se mezclaban en un enjambre de frases sin forma anunciaban la proximidad del nuevo sueño; las paredes viscosas del útero en forma de media luna se abrían para recibir al microcosmos que llegaba cargado con las imágenes de un mundo inexplorado y desafiante. Cientos de brazos extendidos daban la bienvenida a la nueva noche mientras la mujer trataba de mantener el equilibrio, a sabiendas que, al igual que los otros, terminaría siendo absorbida por la fuerza de un pensamiento que apenas comenzaba a nacer. Era como el despertar de un génesis en medio de la quietud de un sueño lejano y desconocido. La nueva realidad  que comenzaba a acoger a sus huéspedes se presentaba tan incierta como las anteriores realidades, como los anteriores génesis que, al igual que este, pintaban de blanco y negro los contornos de un paisaje cada vez más parecido a las antiguas figuras familiares. No todos eran absorbidos, era una cuestión de turnos; cada uno tenía que cumplir con una cierta cantidad de horas a la semana. Los que no iban se quedaban encerrados en sus cápsulas, desnudos y en posición fetal a la espera de una nueva irrupción. El proceso era siempre el mismo, y sin embargo Anabel no terminaba de acostumbrarse a la violenta sacudida que la sacaba de su lugar en la nada y la obligaba a vivir de nuevo otra vida, con otros protagonistas, en otros escenarios, con otros testigos. Nunca un sueño se repetía; nunca estaba en el sueño de la misma persona más de una vez; todos eran tan distintos como las huellas dactilares de los humanos, pero todos, invariablemente, se alimentaban de las mismas emociones, los mismos miedos y las mismas frustraciones que le daban vida a una imagen mental nacida en el subconsciente de algún desconocido.

Anabel era, por decirlo de alguna manera, un “extra” de sueños, de esas personas que se aparecen en los sueños de los otros con el único propósito de hacer de relleno. También eran conocidos como los testigos; en cada noche presenciaban de primera mano las miserias humanas que solo podían aflorar bajo el oscuro cobijo de la noche muda. Al igual que los otros, Anabel carecía de historia; solo tuvo conciencia de si misma cuando por primera vez entró por el agujero del túnel hasta aterrizar suavemente en el útero o cápsula que había sido dispuesta para ella. No tenía pasado, o al menos creía no tenerlo ya que las imágenes de los miles de sueños a los que era asignada  borraban de su memoria cualquier atisbo de alguna vida propia. Tampoco tenía edad, ni forma definida, ni siquiera sexo; unas veces podía ser una pequeña niña entre la multitud, a veces una anciana mirando el atardecer desde algún balcón, incluso podía resultar siendo un hombre trotando por la orilla de la playa. Solamente cuando estaban desnudos y acurrucados en sus lunas se veían como eran en verdad, y Anabel, remitiéndonos a esta referencia, resultaba ser una hermosa mujer en la mitad de los 20, alta y esbelta como un maniquí, con el cabello negro azabache que contrastaba con los haces de luz que rodeaban su cámara. Los úteros en realidad no eran muy grandes, tenían el tamaño necesario para que la persona cupiera acurrucada. Su forma de media luna facilitaba el acomodamiento en su interior, permitiendo que la espalda se doblara en el grado preciso, sin que faltara espacio o se viera en aprietos a la hora de cerrar las paredes. No tenían necesidad de alimento, ni tampoco sentían frío. Solamente se alimentaban cuando la persona que los soñaba soñaba que estaba comiendo. 

Ocasionalmente los testigos tenían parlamento, pero era algo breve, lo suficiente para asegurar el normal discurrir de la trama. No hablaban entre ellos (a menos que la persona que los soñaba dispusiera lo contrario), nadie los coordinaba y sin embargo cada uno sabía cual era su rol en el sueño de turno. No buscaban protagonismo, sabían que el peso de la historia estaba sobre el soñador y que, cuando todo terminara, ellos volverían a su pedazo de luna a esperar la invasión del nuevo sueño. En si resultaba un trabajo tedioso; solo una vez Anabel sintió que la monotonía que caracterizaba su rutina diaria se quebraba cuando le tocó co protagonizar el sueño de un hombre joven:

-          Te amo Anabel.
-          Y yo a ti Byron- contestaba ella, y él la abrazaba con tal fuerza que ella creyó que todas sus formas y todos sus sexos se derretirían como una vela en ese momento. Como lo dictaminan las leyes, no lo volvió a ver, no supo más del joven soñador que la abrazaba con tanta pasión, pero desde ese momento decidió tomar el nombre que aquel hombre le había repetido tantas veces.

La existencia de los testigos estaba compuesta por fragmentos de recuerdos de otras vidas que alcanzaban a absorber en cada inmersión. No tenían vida propia; morían con cada despertar y volvían a nacer envueltos en las ensoñaciones de algún extraño que se dejaba abandonar  a las divagaciones de su mente. En cada jornada los testigos sabían que no podían salirse de la línea invisible que había sido trazada para ellos, que solo eran sombras. A pesar de cambiar de apariencia cada uno sabía quien era quien, y ocasionalmente se saludaban entre ellos con una leve inclinación de cabeza. Los testigos no podían caminar más allá de los límites establecidos, no podían hacer preguntas (no había a quien además), no podían salirse del cuadro que había sido pintado para ellos, no podían escoger en que sueño estar. En la quietud de su solitario rincón esperaban resignados la llegada del nuevo sueño que les traería, aunque de forma brumosa, los pensamientos y las emociones con las que armarían una historia de vida, algo que hiciera más llevadero la soledad de su oscuro exilio. No le tenían miedo a las pesadillas, de hecho las aguardaban con ansias ya que en ellas podían asumir un rol más interesante. Los testigos eran los encargados de asustar al durmiente con toda suerte de trucos e imágenes: ogros, vampiros, hombres lobo, jinetes sin cabeza y a veces algún personaje de alguna película de terror eran las visiones adaptadas para hacer estremecer en su lecho al soñador. Entre más resentimiento guardara el testigo en su interior más terrorífica se tornaba la pesadilla. A lo que si le tenían miedo, y bastante, era a ser soñados por animales; la idea de adquirir la forma de gusanos, ratas, o pequeños animales que entraran en el menú de algún depredador sediento de sangre era algo que los mantenía con cierto grado de paranoia.

Escondida en su luna, Anabel buscaba respuestas a las preguntas que taladraban su cabeza: ¿Quién era ella? ¿Un ángel? ¿Una idea suelta? ¿Un pensamiento tirado al vacío? ¿Una estrella fugaz que recogía y atesoraba en su  capa de gases las historias que encontraba en las distintas galaxias que recorría? No llevaba mucho tiempo en ese oficio, pero sentía que la carga emocional de presenciar miles y miles de historias la oprimían hasta la muerte. De pronto, un pensamiento resplandeció en su mente como un rayo; en cuestión de segundos Anabel supo lo que quería, lo que había estado esperando por tanto tiempo pero que no sabía: Anabel no quería ser más un sueño, Anabel quería soñar. Aguardaría la próxima inmersión para escapar por el túnel, esquivaría los haces de luz, las visiones desordenadas, y correría sin cansancio hasta encontrar un sitio en la lejanía donde pudiera abandonarse a sus propias divagaciones. En el acuario los testigos no sueñan, solo tienen consciencia de si mismos. Anabel no sabía exactamente con que se iba a encontrar, pero no le importaba; estaba harta de la monotonía, de los días al carbón, de presenciar vez tras vez sueños ajenos. No quería ser más un objeto impasible colocado estratégicamente en la fantasía de otros; estaba harta de que su esencia variara a capricho del soñador. Tal vez los otros estaban  acostumbrados, y no los podía juzgar, al fin y al cabo es más fácil ser testigos pasivos de la vida de otros que atreverse a vivir la vida propia.

No pasó mucho tiempo para que Anabel pusiera en marcha su plan de fuga. Esa noche los contornos del útero comenzaron a vibrar como siempre ocurre cuando se avecina la llegada de un sueño. Estaba decidida, no correría hacia el punto de luz sino que aprovecharía su breve instante de libertad para correr hacia el extremo opuesto del túnel. Las paredes elásticas que la rodeaban proyectaban imágenes de sueños en los que ella estuvo, eran como un gran telón que reproducía las imágenes de películas experimentales. A medida que se alejaba el eco de las voces se hacía cada vez más ensordecedor, era como si aquel mundo inmaterial la reclamara, como si le pidiera que se quedara.

-          ¡Anabel! ¿Qué haces?

Volteó para mirar; era Edwing, otro de los testigos con el que compartió horas y horas de jornadas monótonas en paisajes descoloridos y absurdos. Era quizá el testigo con el que más había coincidido; se distinguían, más nunca antes se habían dirigido palabra.

- No sigas Anabel. No sabes con lo que te puedes encontrar. No sabes si lo que vas a ver te va a gustar.

Ella quiso responder algo pero la emoción de saberse pronto libre la embriagaba. Cuando fijó su mirada en lo que restaba de camino vio una puerta de bronce por cuyos resquicios se asomaba el resplandor de una luz limpia. Avanzó lentamente, sabiendo que cada paso definiría su suerte futura.

-          ¡Anabel!

Giró para despedirse pero Edwing había desaparecido. De pronto, las paredes comenzaron a cerrarse en un intento desesperado por aprisionarla. Las escenas de los sueños habían sido cambiadas por  la imagen de todos y cada uno de los testigos que ahora la miraban entre incrédulos y horrorizados. Anabel veía como los rostros de todos ellos se acercaban mientras las paredes se pavoneaban en una danza trémula, moviéndose y sacudiéndose para acelerar el encuentro entre ambos lados del largo pasadizo.  El túnel quiso tragársela, pero Anabel consiguió llegar hasta la puerta de bronce evitando quedar atrapada entre la estructura viscosa hecha a partir de retazos de sueños reciclados. Al abrir la puerta, sus ojos contemplaron lo que nunca antes imaginaron que podía existir: ante ella había un mundo de colores, un escenario en el que los árboles eran verdes, el cielo azul y las personas rosadas, negras y amarillas.

-          Debo estar soñando- pensó.

Al adentrarse en aquel paisaje descubrió lo que ya había visto en otras visiones; era una ciudad normal, una metrópoli con grandes rascacielos y hombres y mujeres caminando apresuradamente hacia alguna parte. Nadie parecía fijarse en ella. Anabel restregaba sus ojos tratando de acostumbrarse a la luz que se desprendía de los objetos que la rodeaban. De repente, la voz de una niña la sacó de sus pensamientos.

-          Abuelito, ¿por qué esa señora se ve en blanco y negro?
-          Manuela, querida, no señales, y sabes que no debes hablar tampoco.
-          Si, pero es que estoy aburrida.
-          Lo se; ya vendrán sueños más emocionantes niña, ahora cállate.

Anabel intentó acercarse a la pareja, pero el anciano y la niña se habían alejado apresuradamente para evitar cualquier posible contacto. Estiró sus brazos y descubrió con horror que sus manos, sus muñecas, sus antebrazos y todo su cuerpo carecían de color. Nerviosa, empezó a caminar por la gran avenida buscando alguna cara conocida, alguna pista que le dijera que estaba ocurriendo. Las personas pasaban a su lado y ni se inmutaban ante su presencia. Intentaba hablarles pero ellos seguían de largo. En su paranoia hasta le pareció ver que los perros callejeros se alejaban de ella.  En su angustia, se sentó en el andén tratando de dar una explicación lógica a los últimos acontecimientos, aunque, vale aclarar, ni ella misma entendía que era la lógica.  El revuelo de su cabeza no evito que se percatara de la figura que se había parado junto a ella. ¡Era Edwing!

-      ¿Qué es todo esto? – preguntó tímidamente- ¿Por qué sigo viéndome en blanco y negro cuando acá afuera todo es de color?
-          Estas soñando Anabel; eres un sueño soñando un sueño. Eres el sueño de alguien que no ha dejado de soñarte jamás.
-          ¿Y quien es esa persona?
-          ¿En realidad quieres conocer más al respecto?
-          Si, quiero.
-       Te advierto, vas a descubrir algunos asuntos relativos a tu origen; vas a saber cosas que sería mejor continuaran guardadas en el baúl de los olvidos.
-          No me importa.

Edwing la tomó del brazo y la llevó hacia un callejón ubicado frente a un parque de niños.

-          Los testigos somos almas en pena, ánimas que buscamos menguar nuestro dolor recorriendo mundos que solo son posibles en el desvarío de alguna mente ajena a la realidad. Se nos concede el don del olvido para no cargar con una tristeza excesiva sobre nuestras espaldas, sin embargo, ocasionalmente las imágenes del pasado se hacen presentes para tratar de confundirnos.

Al oír estas palabras Anabel sintió como si el peso de tres galaxias le cayera encima.

-          ¿Dónde estamos? Preguntó.
-          Donde todo comenzó.

Fue en ese instante que Anabel entendió todo. La venda fue quitada de sus ojos y pudo observar claramente la verdad sobre ella misma, su pasado y el dolor inexplicable que la oprimía. De pronto, se acordó de las noches de bohemia en los antros más perdidos de la ciudad; de las escenas de celos; de las inyecciones de heroína, cada vez más constantes ya no solo para agradarlo a él sino para calmar desesperadamente su propia ansiedad que la devoraba como león rugiente. Recordó la escapada de su casa para ir tras el hombre que le había prometido los placeres sublimes del sexo prohibido; las poesías de Alejandra Pizarnik susurradas en noches de lujuria bajo una tormenta de sábanas y las humillaciones diarias para mendigar una pizca de amor de aquel quisquilloso dios que le había otorgado la gracia de la lástima. Se acordó de las lágrimas derramadas mientras en vano pedía el perdón de sus padres, de la expulsión de la universidad, de los asaltos callejeros para financiar el consumo de su “macho alpha” que había aprendido a manipularla de forma vergonzosa, pero, y por encima de todo, se acordó de ese puñal caliente traspasando su vientre después de haberle dicho con voz de suspiro por la emoción:

-          Estoy embarazada


La imagen que presenció en aquel callejón se convertiría en el escenario de un sueño perpetuo al que sería condenada por la eternidad, un sueño que se repetiría noche tras noche. Un sueño sin testigos. El sueño de un hombre con las ropas ensangrentadas que sostenía por la cintura a una mujer agonizante y enamorada.  

-          Perdóname- le decía entre llantos- por favor, perdóname.
            -Ya lo he hecho- le respondía ella en un susurro.
           - Te amo, te amo tanto Anabel.
           - Y yo a ti Byron.

Después aparecía un pequeño punto, un punto al final de un túnel tantas veces transitado junto a susurros en forma de sombras, sombras que la reclamaban.  



Imagen: Urban Alley de Debra Hurd